miércoles, 30 de mayo de 2012

Un poema: Café en Martirok Utja, de Antonio Cisneros

Café en Martirok Utja
(A Frigyes Todero)

Hay una lámpara floreada sobre el piano
y una estufa de fierro.
Bebes el vino junto a la única ventana:
un autobús azul y plata cada cinco minutos.
Pides el cenicero a la muchacha
(alta flor de los campos ven a mí).
La luz del otoño es en tu vaso
un reino de pájaros dorados.

Pero pronto anochece.
Los autobuses no son azul y plata,
el cenicero es una rata muerta,
el vaso está vacío.
La muchacha partió cuando encendieron
la lámpara floreada y tú mirabas
la lámpara floreada.
Puedes pedir otra jarra de vino,
pero esta noche
no esperes a los dioses en tu mesa.


De El Libro de Dios y de los húngaros (1978), en Comentarios reales, Pre-Textos, Madrid-Buenos Aires-Valencia 2003. ISBN: 84-8191-522-X.

sábado, 26 de mayo de 2012

Roseanna, de Maj Sjöwall y Per Wahlöö

«Consiguieron recuperar el cadáver el día ocho de julio pasadas las tres de la tarde. Estaba casi intacto, no debió de estar en el agua mucho tiempo (…) Era una mujer. Quedó tendida boca arriba sobre una lona doblada en el extremo del rompeolas. Alrededor se congregó un grupo de curiosos que la observaban, entre ellos algunos niños que no deberían haber estado allí, pero a nadie se le ocurrió echar. Todos habían presenciado lo mismo y tenían algo en común: jamás olvidarían el aspecto de aquella mujer».

En palabras de Henning Mankell, una «novela sencilla y clara, una historia convincente presentada con una estructura igualmente convincente» con un lenguaje «vivo y lleno de energía». Sjöwall y Wahlöö se sirven del crimen y la investigación criminal como un espejo en el que se reflejara la sociedad sueca, demostrando que las novelas negras pueden constituir el marco de historias de crítica social. En Roseanna los investigadores de la Brigada de Homicidios, con Martin Beck a la cabeza, emergen como personas normales. No hay nada heroico en ellos. En definitiva, una historia que, a pesar de publicarse por primera vez en 1965, sigue siendo actual: «está —continúa diciendo Mankell— llena de vida, mantiene la tensión y su desarrollo narrativo está hábilmente planteado. Sin duda es un clásico moderno». Y, como lamentablemente suele ocurrir, con algún pasaje escabroso que restringe su lectura a un público adulto.


sábado, 19 de mayo de 2012

Las confesiones de un pequeño filósofo, de Azorín

Para muchos, una de las novelas líricas más seductoras de la literatura española del siglo XX. El autor regresa al colegio donde cursó sus primeros estudios, y los recuerdos de su infancia y adolescencia le vienen a la mente en forma de las sensaciones y anécdotas: «notas vivaces e inconexas —como lo es la realidad—», en los que la sensibilidad es la auténtica protagonista. Recuerdos agrupados en capítulos —mejor poemas—, cortos, independientes, cerrados, bajo títulos tan sugestivos como «La luna», «El colegio» o «Es ya tarde». Literatura de contemplación, podríamos decir, en la que hasta lo más insignificante es digno objeto del arte. Literatura de pueblos, de iglesias, de caminos, de paisajes y de instantes eternos. En la obra aparecen temas tan esenciales como el tiempo, la muerte o la experiencia vital, pero son las sensaciones de melancolía, ternura y belleza las que nos invaden al cerrar el libro. Y todo, con un lenguaje sencillo, familiar y castizo, pero tremendamente estético, que hace que esta pequeña obra se lea con gusto, de un tirón.

sábado, 12 de mayo de 2012

Por favor, cuida de mamá, de Kyung-Sook Shin

Park So–nyo se ha perdido en la bulliciosa estación central de Seúl cuando iba a visitar a sus hijos en la ciudad. Un instante de distracción de su esposo y la gran aglomeración allí reunida fueron suficientes para que la pareja se separara. Cuando el marido se baja en la siguiente estación y regresa al lugar donde se separaron, Park So-nyo ha desaparecido. A partir de ese momento, la búsqueda desesperada por parte de sus hijos se convierte también en una indagación en los recuerdos familiares: «Antes de que la perdieras de vista en la estación de metro de Seúl, tu mujer sólo había sido para ti la madre de tus hijos. Hasta que te diste cuenta de que quizá ya no volverías a verla…». A través de las diferentes voces del marido —«Me he pasado la vida sin hablar con tu madre. O perdía la oportunidad, o daba por hecho que ella ya lo sabía. Ahora siento que podría decirlo todo, pero no hay nadie que me escuche…»— y de los cuatro hijos, que desvelan egoísmos, omisiones, culpas y temores, aparece el retrato de una mujer humilde, campesina abnegada, siempre alegre, siempre disponible, cuya entrega y sacrificios han quedado en segundo plano. Una novela sincera, sencilla, honesta, transmisora de un mensaje universal que ensalza la figura de la madre.

sábado, 5 de mayo de 2012

El esbirro, de Sergei Kourdakov

«Yo, Sergei Kourdakov, era oficial cadete, segundo ayudante de la Marina rusa, jefe condecorado de las Juventudes Comunistas; en todas las escuelas por las que había pasado, desde que tenía ocho años, me habían nombrado jefe de las organizaciones de la juventud comunista; en cuanto jefe de esas juventudes, fui encargado de enseñar el comunismo a 1200 cadetes de la marina soviética. Dentro de cinco días tenía que incorporarme a la base naval, donde me promoverían a miembro de número del Partido comunista; me esperaba un estupendo trabajo en la policía rusa. En realidad, tenía motivos más que de sobra para regresar a Rusia. Pero estos motivos no eran suficientes para mí. Lo que yo echaba de menos, fuera lo que fuera, no lo iba a encontrar jamás en el seno del sistema comunista que yo conocía a la perfección».

Sergei, joven huérfano, educado desde su infancia en orfelinatos y escuelas estatales de la Rusia bolchevique, se vio arrastrado a la delincuencia antes de llegar a ser jefe de las Juventudes Comunistas. Reclutado para una división especial de la policía cuya misión era reprimir a los cristianos, poco a poco sufre una profunda transformación interior que le lleva al desengaño total  respecto al sistema comunista y a una única obsesión: ¡desertar!

miércoles, 2 de mayo de 2012

Un poema: Cuatro boleros maroqueros, de Antonio Cisneros


Cuatro boleros maroqueros


1.

Con las últimas lluvias te largaste
y entonces yo creí
que para la casa mas aburrida del suburbio
no habría primaveras
ni otoños ni inviernos ni veranos
Pero no.
Las estaciones se cumplieron
como estaban previstas en cualquier almanaque
Y la dueña de la casa y el cartero
no me volvieron a preguntar
por ti.

2.

Para olvidarme de ti y no mirarte
miro el viaje de las moscas por el aire
Gran Estilo
Gran Velocidad
Gran Altura.
3.

Para olvidarte me agarro al primer tren y salgo al campo
Imposible
Y es que tu ausencia
tiene algo de Flora de Fauna de Pic Nic.

4.

No me aumentaron el sueldo por tu ausencia
sin embargo
el frasco de Nescafé me dura el doble
el triple las hojas de afeitar.


Del libro Como higuera en un campo de golf (1973), en Comentarios reales, Pre-Textos, Madrid-Buenos Aires-Valencia 2003. ISBN: 84-8191-522-X.