miércoles, 29 de abril de 2015

El corredor del laberinto, de James Dashner

«Bienvenido al Claro. Verás que una vez a la semana, siempre el mismo día y a la misma hora, nos llegan víveres. Una vez al mes, siempre el mismo día y a la misma hora, aparece un nuevo chico, como tú. Siempre un chico. Como ves, este lugar está cercado por muros de piedra… Has de saber que estos muros se abren por la mañana y se cierran por la noche, siempre a la hora exacta. Al otro lado se encuentra el laberinto. De noche, las puertas se cierran… y, si quieres sobrevivir, no debes estar allí para entonces».

Thomas es un chico de dieciséis años que un buen día aparece, sin recordar nada de su pasado, en el Claro, un lugar rodeado por muros donde viven unas decenas de chicos que, como él, llegaron tiempo atrás, uno al mes, en sus mismas condiciones. En el Claro, cada chico tiene asignada una tarea. Un grupo de estos son corredores, que entran cada día en el Laberinto para intentar encontrar una salida. Allí habrán de enfrentarse a los peligrosos Laceradores, medio animales, medio robots. Al poco de llegar Thomas, llega una chica, Teresa, y todo cambia. En la línea de distopías como Los juegos del hambre, Divergente o Juntos, sigo prefiriendo la que para mí es, sin duda, la mejor: The Giver (El Dador de Recuerdos).

El 19 de septiembre de 2014 se estrenó la versión cinematográfica en España.


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