miércoles, 30 de septiembre de 2015

Una buena biblioteca, por Alejandro Llano

 «Jorge Luis Borges se imaginaba el cielo como una biblioteca. Y eso que estaba ciego. A mí, modestamente, una buena biblioteca siempre me ha parecido el lugar donde uno podía permanecer. Decía Pascal que la mayor parte de las desgracias de la humanidad proceden de que la gente no se está tranquila en su aposento. Es sorprendente la inquietud que tienen muchos por moverse hacia ninguna parte, por ver cosas nuevas sin mayor interés, por hablar con interlocutores que tienen poco que aportar. Sin darse cuenta de que una de las actividades que más enriquecen en esta vida es la lectura[1]
«Cada vez que entraba en la biblioteca me complacía en el olor a libros antiguos y nuevos y me gozaba del silencio, mínimamente interrumpido por cautelosos pasos sobre moqueta o linóleo. Años después, Fernando Inciarte me enseñó la importancia de oler los libros antes de comenzar a leerlos[2]

A. Llano, Olor a yerba seca, Encuentro, Madrid 2008.




[1] A. Llano, Olor a yerba seca, Encuentro, Madrid 2008, p. 383.
[2] Ibid. p. 386.

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