Anteayer por la mañana, lunes 1 de abril de 2019, nos levantamos con la noticia del fallecimiento de Rafael Sánchez Ferlosio.
Eso me trajo a la memoria su novela El Jarama, que pude leer allá por
1989 y de la que no guardo prácticamente ningún recuerdo. Quizá la impresión de que se me hizo un poco larga y de que parecía que no pasaba nada. Según los
entendidos, El Jarama inauguraba una nueva época de la narrativa española
incorporando a una historia de
apariencia realista una técnica absolutamente realista. Once amigos madrileños deciden pasar un caluroso domingo de agosto a orillas del
Jarama. A partir de ahí la acción se desarrolla simultáneamente en la
taberna de Mauricio —donde los habituales parroquianos beben, discuten y juegan
a las cartas— y en una arboleda a orillas del río en la que se instalan los
excursionistas. Durante dieciséis horas
se suceden los baños, los escozores provocados por el sol, las paellas, los
primeros escarceos amorosos y el inevitable
paso del tiempo, que amenaza con la llegada del lunes. Al acabar el día, sin
embargo, un acontecimiento inesperado
colma la jornada de honda poesía y dota a la novela de una extraña grandeza. Para
muchos «la mejor novela escrita en España en el siglo XX».
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