lunes, 27 de diciembre de 2021

Dune, de Frank Herbert

«…para emprender este estudio acerca de la vida de Muad’Dib, primero hay que situarlo exactamente en su tiempo: nacido en el 57º año del Emperador Padishah, Shaddam IV. Y hay que situar muy especialmente a Muad’Dib en su lugar: el planeta Arrakis. Y no hay que dejarse engañar por el hecho de que nació en Caladan y vivió allí los primeros quince años de su vida. Arrakis, el planeta conocido como Dune, será siempre su lugar».

En el desértico planeta Arrakis, el agua es el bien más preciado. Además, sólo allí se produce la melange, preciosa especia y uno de los bienes más codiciados del universo, lo que hace de Arrakis una pieza estratégica para los intereses del Emperador, las Grandes Casas y la Cofradía, los tres grandes poderes de la galaxia. Al duque Leto Atreides se le asigna el gobierno de este mundo inhóspito, habitado por los indómitos Fremen y monstruosos gusanos de arena de centenares de metros de longitud. Cuando la familia es traicionada, su hijo y heredero, Paul, emprenderá un viaje hacia un destino más grande del que jamás hubiese podido soñar. Para muchos, la mayor epopeya de ciencia-ficción de todos los tiempos. Publicada en 1965, de ella dirá Arthur C. Clarke: «No conozco nada comparable, excepto El Señor de los Anillos». Contamos con dos versiones cinematográficas: Dune, dirigida por David Lynch en 1984 y Dune, estrenada en España en los cines el pasado 17 de septiembre de 2021.





viernes, 24 de diciembre de 2021

Un poema: La visitadora, de Antonio Murciano

La visitadora

Era en Belén y era Nochebuena la noche.
Apenas si la puerta crujiera cuando entrara.
Era una mujer seca, harapienta y oscura
con la frente de arrugas y la espalda curvada.

Venía sucia de barros, de polvo de caminos,
la iluminó la luna y no tenía sombra.
Tembló María al verla; la mula no, ni el buey
rumiando paja y heno igual que si tal cosa.

Tenía los cabellos largos, color ceniza,
color de mucho tiempo, color de viento antiguo;
en sus ojos se abría la primera mirada
y cada paso era tan lento como un siglo.

Temió María al verla acercarse a la cuna.
En sus manos de tierra ¡oh Dios! ¿qué llevaría...?
Se dobló sobre el Niño, lloró infinitamente
y le ofreció la cosa que llevaba escondida.

La Virgen, asombrada, la vio al fin levantarse.
¡Era una mujer bella, esbelta y luminosa!
El Niño la miraba, también la mula, el buey
mirábala y rumiaba igual que si tal cosa.

Era Belén y era Nochebuena la noche.
Apenas si la puerta crujió cuando se iba.
María, al conocerla, gritó y la llamó: «¡Madre!»
Eva miró a la Virgen y la llamó: «¡Bendita!»

¡Qué clamor, qué alborozo por la piedra y la estrella!
Afuera aun era pura, dura la nieve fría.
Dentro, al fin, Dios dormido, sonreía teniendo
entre sus dedos niños la manzana mordida.






Gn 3, 6-15

lunes, 13 de diciembre de 2021

Un cuento de Navidad para Le Barroux, de Natalia Sanmartín Fenollera

 «El niño abrió la puerta de la habitación y entró de puntillas. Su madre dormía a plena luz del día en una cama amplia y mullida, el pelo rubio y desordenado sobre la almohada. Se acercó a ella y observó fascinado una araña de patas largas y finas sobre la almohada, muy cerca de su rostro. Muy despacio, levantó una mano marcada con restos de calcomanías y tapó suavemente los ojos a la durmiente, mientras con la otra cogía la araña y la aplastaba con satisfacción entre los dedos».

Un cuento de Navidad para Le Barroux narra la historia de un niño sin madre que pregunta incansablemente a Dios si lo que ella le contaba sobre Él es verdad. Día tras día, durante tres largos años, implora una señal. Hasta que llega la tercera Navidad. “Quería hablar-dice Natalia Sanmartín Fenollera autora de la conocida y estupenda novela El despertar de la señorita Prim- del misterio de la Navidad (…) de la idea de que Dios habla también a través de las cosas (…). Y también escribir sobre la perseverancia en la fe y sus dificultades, sobre lo que ocurre cuando de pronto (…) encuentras una puerta que parece cerrarse de golpe, con ruido de cerrojos y doble vuelta de llave. Delicioso. Se lee en media hora. Sin duda merece la pena tenerlo y releerlo. Gracias, Natalia.