«—Claro, claro —dije—. Pero… No sé cómo explicarlo… Me refiero a que, de hecho, creía que aquí estábamos al servicio de la ley.
Un miembro de la policía secreta de un país
latinoamericano sin precisar relata, poco antes de ser ejecutado, su
experiencia en el Cuerpo. Vuelven a surgir de este modo las preguntas que Imre
Kertész siempre nos formula: ¿Cómo se implica el ser humano en la
maquinaria de una dictadura? ¿Cómo llega a participar en ella? En este caso, Kertész
lo narra desde la perspectiva no de la víctima, sino del verdugo. Con extrema
economía, con frialdad, explica la caída de un hombre en la indiferencia
moral y en el empobrecimiento definitivo del alma y da así
con una de las claves para entender nuestra época.