lunes, 23 de enero de 2023

Feria, de Ana Iris Simón

 «Tendré que llevarte al cerro de la Virgen y tendré que decirte que eso es La Mancha y que es de tierra naranja de donde venimos, que ese manto de esparto que no acaba nunca es lo que eres. Tendré que explicarte lo que es un Pueblo y sabrás que el nuestro está atravesado por tres realidades: la ausencia total de relieve, el Quijote y el viento. Tendré que recordarte que eres nieto de familia postal, bisnieto de campesinos y feriantes, tataranieto de carabinero exiliado y de quincallera, y que sientas entonces que eres heredero de una raza mítica».

Feria. Oda salvaje a una España que ya no existe: «Me da envidia la vida que tenían mis padres a mi edad». Una oda a la familia, la maternidad, al verdadero progresismo, que no hipoteca. Un relato deslenguado y directo de un tiempo no tan lejano en el que importaba más que los niños disfrutaran tirando petardos que el susto que se llevasen los perros. Un relato familiar en que aparecen temas como el clasismo, la religión, la familia, la crítica al neoliberalismo, a la nueva masculinidad y al feminismo exclusivista, o la vuelta al mundo rural como la panacea. Un repaso a las grietas de la modernidad. Pero, sobre todo, una invitación a no olvidar la importancia de la memoria.


Y una entrevista: 
https://www.aceprensa.com/la-entrevista/ana-iris-simon-apostar-por-lo-nuevo-solo-por-ser-nuevo-esta-siendo-catastrofico/



lunes, 9 de enero de 2023

Lo más importante de todo, de Lorenzo Silva

ENTREVISTA DE ÁLVARO SÁNCHEZ LEÓN[1]

     Le leí hace poco que uno de los libros que le ha dejado más huella ha sido El Reino, de Emmanuel Carrère, “que es un libro que poca gente ha leído y ponderado, pero versa sobre lo más importante de todo: la fe”.

Lo más importante de todo es la fe. Kafka, que pasa por ser un escritor nihilista, dice que “para vivir hay que tener fe”; fe en todo: en lo que está más cerca y en lo que está más lejos.

— Me llamó la atención que pidiera oraciones en Twitter por el alma de su madre sin ser católico practicante. Me pareció el gesto más honesto en esos momentos de desconsuelo.

Raymond Chandler, que es otro de mis grandes referentes, criticaba a los escritores rompedores de su tiempo, que eran muy inteligentes, muy brillantes, capaces de hablar de cualquier cosa, pero que, en el fondo, “son hombres pequeños que han olvidado cómo rezar”. Quien no reza, no asume que el mundo es muy superior a él y que estamos insertos en algo que nos sobrepasa constantemente. Quien no siente el impulso de rezar, de pedir, de dar gracias, ha empequeñecido su alma.

No tengo una fe religiosa, pero sí creo que cuando uno reza por alguien está pensando en esa persona y le está transmitiendo algo de lo mejor que tiene, exista o no exista Dios, le llegue o no le llegue esa plegaria. Eso es bueno para quien reza y es bueno para quien tiene una relación con la persona por la que se reza. Y si existe una forma de existencia más allá de la existencia, estoy convencido de que será bueno para la persona por la que se reza.

Yo soy agnóstico. No tengo la intuición cierta de la trascendencia, pero no la descarto. Soy como Protágoras, a quien injustamente criticaron como ateo por decir que sobre los dioses no podía decir si existían o no, porque demasiado oscura era la cuestión, y demasiado breve era la vida humana para esclarecerla. Yo estoy ahí. Y desde ahí pienso que rezar y respetar a quien reza es un valor. No soy religioso, ni clerical, pero tampoco soy anticlerical. Estoy convencido de que hay que tener fe en que todo esto tiene un para qué, que tiene sentido hacer las cosas bien, y que no tiene sentido hacer las cosas mal.

Dice Wittgenstein –no sabría decir ahora si era muy creyente o no– que una vida deshonesta es una vida irracional. Spinoza, que tampoco creía en el Dios de los cristianos, destaca en su ética que no se trata de obrar bien para ir al cielo, o dejar de obrar mal para no ir al infierno, sino que tenemos que hacer el bien, porque cuando uno hace el bien conforme a su naturaleza y a su visión de las cosas honestas, enriquece su existencia.

Cuando uno obra en contra de lo que honestamente cree que debe hacer, degrada su existencia y la envilece, y su vida pierde calidad. El cielo de los actos buenos está en los actos buenos. El infierno de las malas acciones está en las malas acciones. Aunque no te pillen. Aunque no te castiguen. Si perdemos estas ideas esenciales, podemos acabar convirtiéndonos en máquinas de hacer cálculos de coste-beneficio. En cualquier caso, seríamos máquinas de hacer cálculos de coste-beneficio a corto plazo, cuando esos cálculos habría que hacerlos al plazo relevante. Si tengo la certeza absoluta de que me voy a morir mañana, me vale con ganar dinero hoy. Si vivo treinta años más, lo que hoy es rentable, a lo mejor dentro de diez años es un desastre. Si tengo hijos y pienso en ellos, lo que parece rentable para mí, igual no lo es para su futuro…

— Si la vida de un buen autor son sus buenos textos, como decía antes, tiene su coherencia pensar que la buena vida de una buena persona sean, al final, sus obras buenas.

— Totalmente. Y la vida buena no es pasarse los días recogiendo medallas de oro en lo alto del podio. Esa, incluso, si nos descuidamos, tiene momentos de vida mala. He visto a gente recoger medallas de oro en lo alto de un podio que les ubicaba muy fuera del tiesto. La vida buena es lo que dice Spinoza, que me parece lo más inteligente en términos éticos: lo bueno es lo que es conforme a tu naturaleza, aquello que sientes que debes hacer y que, realmente, forma parte de lo que eres. Todo lo que hagas en ese camino, es buen texto para la vida. Todo lo que se salga de esas líneas, lo estropea. Todos hacemos bastantes cosas al margen del texto bueno, y el que diga que no es que no se observa, no es consciente, o está atontado, pero hay que intentar que ese subconjunto inevitable de acciones no se convierta en el centro de gravedad de toda nuestra existencia.

Leer Entrevista completa

[1] Entrevista de Álvaro Sánchez León, 31 de agosto de 2022, en: https://www.aceprensa.com/la-entrevista/lorenzo-silva-la-literatura-sirve-para-dar-cauce-forma-y-expresion-a-la-conversacion-social/