«Jorge Luis Borges
se imaginaba el cielo como una biblioteca. Y eso que estaba ciego. A mí,
modestamente, una buena biblioteca siempre me ha parecido el lugar donde uno
podía permanecer. Decía Pascal que
la mayor parte de las desgracias de la humanidad proceden de que la gente no se
está tranquila en su aposento. Es sorprendente la inquietud que tienen muchos
por moverse hacia ninguna parte, por ver cosas nuevas sin mayor interés, por
hablar con interlocutores que tienen poco que aportar. Sin darse cuenta de que una de las actividades que más enriquecen
en esta vida es la lectura.»
«Cada vez que entraba en la biblioteca me complacía en el
olor a libros antiguos y nuevos y me gozaba del silencio, mínimamente interrumpido
por cautelosos pasos sobre moqueta o linóleo. Años después, Fernando Inciarte me enseñó la importancia
de oler los libros antes de comenzar a leerlos.»
A. Llano,
Olor a yerba seca, Encuentro, Madrid
2008.
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