«Un grito, agudo e
intermitente, desgarró el cárdeno silencio del amanecer. Un proveniente de la
casa del pontífice máximo. Las vestales lo oyeron desde su morada, casi
contigua, y se sintieron dominadas por el pánico. Ya había sucedido otras
veces, pero cada vez era peor. (…) En un lecho en desorden, chorreante de
sudor, con la mirada perdida en el vacío, baba en la boca, los dientes clavados
en un espasmo chirriante, sujetado por los brazos nervudos de Silio Salvidieno,
su ayudante de campo, estaba boca arriba el pontífice máximo, dictador
perpetuo, Cayo Julio César, presa de las convulsiones».
«¡Guárdate de los idus de marzo!» Esta fue la célebre
advertencia que hizo un adivino a Julio César, infausto presagio de lo que iba a suceder. El complot ya estaba
urdido y los conspiradores decididos a dar el golpe fatal. Tampoco las palabras
de aviso del adivino fueron las únicas que escuchó César en los días previos al
asesinato, pero era tan grande su confianza que las rechazó. En muchos aspectos
la de César fue una muerte
anunciada.
Esta obra de Valerio Massimo Manfredi es la crónica implacable de las cuarenta y ocho horas anteriores al sangriento acontecimiento que había de cambiar la historia.
Esta obra de Valerio Massimo Manfredi es la crónica implacable de las cuarenta y ocho horas anteriores al sangriento acontecimiento que había de cambiar la historia.
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