Mary Beth McCauley recoge las ideas de varios profesores y pedagogos en «Christian Science Monitor» (24 mayo 2005) sobre la manera de lograr que los chicos se aficionen a la lectura. Todos ellos coinciden en que hay que tener más en cuenta los gustos de los chicos y su manera específica de aprender, que no es como la de las chicas.
Conseguir
que los chicos lean es un ejercicio que fatiga a muchos educadores. Los chicos
no solo son peores que las chicas en lectura sino que se niegan por sistema a
leer. Algunos profesores afirman que el problema está en que ahora tienen otras
distracciones, como los videojuegos, y que los chicos asocian la lectura con
sus madres, profesoras, bibliotecarias, es decir, con modelos femeninos.
Pero
ahora se está extendiendo la idea de que quizás no sea un problema de los
chicos, sino de la manera en que se enseña a leer y de las lecturas que se
eligen. La hipótesis ha llevado a algunos profesores a buscar las lecturas que
gustan más a los chicos y la manera de presentárselas.
Linda
Milliken, especialista en lectura de la Chester County Intermediate Unit
(Philadelphia), dice que «los chicos tienen un estilo de aprendizaje más
práctico; les gustan los temas relacionados con la naturaleza -insectos,
dinosaurios, cómo funcionan las cosas- y se identifican con los personajes que
tienen su vida bajo control». En cambio, no les gustan las historias centradas
en asuntos como el divorcio, abusos, familias monoparentales, adicciones, etc.,
que son el tipo de lectura que muchos profesores recomiendan ahora.
A las
chicas les gustan las historias centradas en las relaciones humanas mientras
que los chicos prefieren las de aventuras, ciencia ficción, guerras, historia
y, por supuesto, deporte. Estas preferencias se aprecian desde edades muy
tempranas (ver
Aceprensa 32/05).
Christopher
Wadsworth, director de la International Boys Schools Coalition,
recomienda la no ficción para que los chicos empiecen a leer: «las
biografías de personas con historias excitantes, que han vivido
aventuras con algún punto de desafío, pueden ser un buen
comienzo».
Pero no
es solo un problema de elección de libros: las clases deberían ser más
interactivas. Según Ray Johnson, que ha trabajado como profesor y director de
varios colegios públicos de Detroit, los chicos tienden de manera natural a la
acción y los profesores necesitan encontrar la forma de integrar esa energía en
el proceso de lectura. Preguntas y respuestas sobre el texto, descansos entre
capítulos, etc. despiertan el interés de los lectores tempranos.
Algunos
profesores responden a las consultas de los padres que cualquier tipo de
lectura es buena. Robert Peck, profesor de inglés desde 1973 en un colegio de
Philadelphia, matiza, sin embargo, que los chicos de ahora no pueden
enfrentarse a muchos de los libros que sus padres leyeron a esa edad. «El
estudiante de hoy es algo menos sofisticado», dice.
Los
títulos que tienen éxito en los cursos 9º y 10º (3º y 4º ESO en España) son los que tienen paralelismo
con la esfera personal del lector, como «El guardián entre el centeno» (ver Aceprensa
115/01), «Una paz solo nuestra» (ver Aceprensa
55/05) o «Muerte de un viajante», de Arthur Miller.
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