«Platero es pequeño,
peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva
huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos
de cristal negro. Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con
su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo
llamo dulcemente: ¿Platero? y viene a mí con un trotecillo alegre que parece
que se ríe en no sé qué cascabeleo ideal...».
Inolvidable, el comienzo de este relato, uno de los
relatos más leídos de la historia, una «elegía en prosa» como lo calificaba el
propio autor, poeta y premio Nobel, «unas escenas entre el asnucho y yo». El libro
más traducido después de la Biblia y El Quijote, de obligada lectura en las
escuelas de primaria de Latinoamérica, celebra su centenario. Es una buena ocasión,
por tanto, para leerlo, o más bien, para releerlo, pues extraño sería que alguien,
a estas alturas, aún no lo hubiera descubierto. Un libro para personas de
cualquier edad, que no serás capaz de leer una sola vez.
Lo tengo pendiente (aunque lo leí cuando era pequeña por fragmentos, ya sabes). De este año... ¡no pasa!.
ResponderEliminarSaludos!
Estoy de acuerdo que lo tendría que leer todo el mundo.
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