Ningún cuento puede competir con
el que escribió Charles Dickens en 1844, Canción de Navidad. A
través de los sueños que sobresaltan al rico avaro Mr. Scrooge, Dickens sabe
evocar todas las nostalgias de la
Navidad. Y muestra que el principal calor de estos días nace
del cariño en los hogares. Buen pregón y mensaje para las fiestas. Pocos lo
habrán leído y casi todos lo habrán visto en alguna de las múltiples versiones
cinematográficas. Porque es una de las historias que más veces ha sido llevada
al cine. La primera fue en 1913. Desde entonces, se ha rodado de todas las
maneras posibles, incluso en dibujos animados (Murakami) y con teleñecos (y
Michel Caine). Pero la versión más famosa es la de Brian Desmond Hust (1951),
con un impresionante Alistair Sin como Mr. Scrooge. Año tras año, vuelve a la
pantalla, lo mismo que la inolvidable película de Frank Capra, Qué bello es vivir. En el fondo, es una relectura de la historia de
Dickens. Con James Stewart a punto de suicidarse, y un simpático ángel que le
hace pensar en lo que habría pasado si no hubiera vivido. Nadie está de sobra
en el mundo. También es un buen mensaje de Navidad.
Algo tiene la Navidad cuando sus
historias y cuentos pueden decirnos sencillamente cosas tan importantes. Como
si estuvieran dirigidas a niños, nos las recuerdan a los mayores. Ya las
sabemos, pero, en otras circunstancias, nos da pudor decirlas. Quizá porque son
enormemente bonitas, sencillas y tiernas. En otras épocas del año, preferimos
lenguajes abstractos, que siempre son menos tiernos que los cuentos.
Probablemente es una manera de resistirse a reconocer que, en el fondo,
seguimos siendo niños. Porque aspiramos a lo mismo que ellos: un poco de
cariño, un poco de protección, un poco de fiesta y tiempo para jugar. El mundo
de los mayores, con sus seriedades y preocupaciones, es sólo para las horas de
trabajo. Pero la felicidad tiene que ver con lo que ingenuamente desean los
niños. No hay otra fórmula: "Si no os hacéis como niños...".
Pero la principal historia de la Navidad no es un cuento ni
una recreación literaria. Es el recuerdo del Nacimiento de Jesús, el Hijo de
Dios que nació de María en aquella noche, santa desde entonces. Por eso, antes
que un cuento, en Navidad hay que recomendar los comienzos del Evangelio de San
Lucas y de San Mateo. En Alemania, existe la entrañable costumbre de leer en
familia, en voz alta, junto al Belén, el capítulo 2 de San Lucas, en la misma
noche de Navidad. Allí aparecen María y José, y se nos cuenta que no
encontraron sitio en la posada, y que tuvieron que buscar un pesebre. Y se
recuerda la alegría inmensa de los ángeles y su anuncio a los pastores. Con ese
mensaje de Dios, que siempre es oportuno para los hombres que debemos ser
niños: "Gloria a Dios en el Cielo y en la Tierra paz a los hombres que
ama el Señor".
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