miércoles, 10 de febrero de 2016

Ojos de agua, de Domingo Villar

«La línea de luces de la costa, el resplandor de la ciudad, la espuma blanca batiendo en el rompiente… No importaba que estuviera oscuro y la lluvia empapara los cristales. Quienes acudían a su casa por primera vez hablaban siempre de las vistas, como por obligación. Luis Reigosa escogió un CD del estante, lo colocó en el equipo de música y sirvió las bebidas en unas copas anchas cuyos bordes había frotado antes con la cáscara de un limón. No sospechó que eran las últimas que servía».
Entre el aroma del mar y de los pinos gallegos, en una torre residencial junto a la playa, un joven saxofonista de ojos claros, Luis Reigosa, ha aparecido asesinado con una crueldad que apunta a un crimen pasional. Sin embargo, el músico muerto no mantiene una relación estable y la casa, limpia de huellas, no muestra más que partituras ordenadas en los estantes y saxofones colgados en las paredes. Leo Caldas, un solitario y melancólico inspector de policía que compagina su trabajo en comisaría con un consultorio radiofónico, se hará cargo de la investigación. A su lado está el ayudante Rafael Estévez, un aragonés demasiado impetuoso para una Galicia irónica y ambigua. Ojos de agua, Ollos de agua en el original, una novela que merece la pena, como también la segunda de la serie del comisario Caldas: La playa de los ahogados.

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