La gente también necesitaba a Mati. Confiaban en él para distinguir los senderos, para
recorrerlos sin riesgo y para llevar a cabo las misiones que requerían un viaje
por espesos bosques de caminos intrincados y laberínticos. Llevaba mensajes
para ellos. Era su trabajo. Pensaba que, cuando llegara la hora de la
asignación de su nombre verdadero, Mensajero
sería el elegido. Le gustaba cómo sonaba y estaba deseando que le dieran ese
título. Pero esa tarde Mati no iba a
llevar ni a recoger ningún mensaje (…) Necesitaba privacidad para esa cosa que
había descubierto sobre sí mismo: un lugar para comprobarla en secreto y para
sopesar el temor que le provocaba su significado. Encontró lo que había ido a
buscar. Aunque en cierta forma hubiera deseado no hallarlo. Mati supo que su vida sería más fácil
si la ranita no tuviera una marca y fuera normal y corriente. Pero no lo era;
él sabía que no podía serlo; y fue consciente de que, desde ese momento, todo
cambiaría para él. Su futuro daba un giro misterioso e inesperado.
Seis años antes, Mati llegó a Pueblo siendo un muchachito rudo y artero. Entonces se llamaba a sí
mismo «el más feroz de los feroces» pero, desde aquellos tiempos, se ha
transformado en un joven honrado bajo la tutela de Veedor, un ciego que debe su nombre a su extraordinaria percepción.
Ahora Mati está esperando que le den
su nombre verdadero, y Mensajero es
el que anhela. Tercer libro de la
trilogía formada por El Dador y En busca del azul, Lois Lowry, transmite con su escritura el convencimiento de que en este planeta vivimos interrelacionados,
y de que nuestro futuro depende de tener
más humanidad, de ayudarnos más los unos a los otros.
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