Dios en la poesía actual[1]
Aléjame, Señor, de
la barbarie / y del eco ofensivo de esa gente / que arrasa tus sagrarios con el
único / afán de erradicarte de la tierra. Carmelo Guillén Acosta.
También hay hoy poetas que hablan de Dios. Dos de
ellos, José Julio Cabanillas y Carmelo Guillén Acosta,
han rescatado en Dios en la poesía actual (Rialp)
poemas de 48 autores actuales en español donde Dios es el alma de la
composición. Lo de actuales implica, según el
criterio seguido para la selección, haber nacido en el entorno de 1950 y
después. Y quizá la primera sorpresa -las siguientes provienen del golpe de
belleza de los versos- sea que, en una sociedad tan secularizada como la
nuestra, Dios está mucho más presente en la poesía de lo que cabría
suponer.
-Darle vida a la antología no nos ha costado
demasiado esfuerzo: unos poetas han ido llamando a otros hasta conseguir la
suma de 48 autores. Sin duda, como ocurre siempre en cualquier compilación,
podrían haber surgido algunos más si lo hubiéramos anunciado previamente en
nuestros círculos de poetas cercanos; de hecho, tras la publicación de la
antología, nos han venido más de uno y más de dos poetas mostrándonos sus
libros con alguna que otra composición referida a Dios y con el deseo de que
los agregáramos a una posible segunda edición, que se hará, según nos han
avisado ya desde Rialp. Sin embargo, el trabajo lo hemos realizado sin
presiones de nadie, con plena libertad, y revisando muchísima poesía impresa
actual de poetas nacidos a partir de los años 50 que considerábamos merecedores
de ser incluidos en la antología.
-Cuando encontrábamos poemas de calidad que
hablaban explícitamente de Dios, nos poníamos en contacto con el autor y le
pedíamos su autorización para hacerlo partícipe del proyecto. Así de fácil.
Estos poetas, a veces, nos han enviado textos inéditos sobre la misma temática,
que también hemos añadido a nuestra selección, hasta un máximo de cinco poemas.
-Todo ello, en un
tiempo que se aleja de Dios…
-Al ser un tema universal, de todos los tiempos,
incluido este postsecular, Dios no deja de ser un referente para los poetas.
Baste hurgar en sus obras literarias para descubrirlo entre los entresijos de
sus versos. Piense que el poeta es una persona que tiende a estar en contacto
con la belleza, con lo inefable, con lo imperceptible para muchos, y en
ese ejercicio de acercamiento al misterio se topa de alguna manera con Dios.
Aunque el hombre se aleje de Él, la auténtica poesía siempre lo tiene en cuenta y
lo acerca.
El mundo es escenario y espejismo, / la vida entera
un agotado sueño. / Cuando vengas, Señor, a desmentirlo, / concédeme un reposo
verdadero. Javier Almuzara
-¿Creen
necesariamente en Dios las personas que lo presentan en sus poemas?
-Por lo que se puede apreciar en esta antología,
Dios se concibe desde muy distintas perspectivas: como un misterio, como un
anhelo, como un personaje histórico que se puede conocer leyendo los
Evangelios, como un Padre amoroso y providente, como un ser al que se le debe
gratitud o adoración…, las perspectivas son diversísimas. Como decimos en el
prólogo: «No hay en ellos [ni en los poetas, ni en sus poemas] un credo en
particular o la intención de hacer poesía sacra o religiosa, ni de enseñarnos
nada en particular; acaso encontraremos solo sinceras preguntas aunque
no haya a veces demasiadas respuestas».
Quiero vivir, Señor: hoy sólo puedo / adorarte en
el mundo que has creado, / sentir que de este barro formo parte. / No me
rompas, Señor: hoy que me enredo / en las fibras del mundo que me has dado /
solo quiero vivir y acompañarte. Carlos Javier Morales.
-¿Cuáles son las
principales fuentes literarias de un poeta que crea poesía religiosa?
-Pensamos —y hablamos por nosotros mismos— que, en
conjunto, la fuente más importante es su propia vida interior, su formación, su
fe, alimentada a partir de lo que le inculcaron sus padres de pequeño.
Literariamente, hay poemas que están inspirados en pasajes de la Biblia, sobre
todo de los Evangelios; así lo hace Rocío
Arana en Lc, 5, 31-47 o Manuel
Ballesteros en Lc, 15, 11-32. Por otra parte, se
encuentran poemas basados en acontecimientos explícitos como el nacimiento del
Niño Dios (Rocío Arana: Belén,
Fernando de Villena: Al Nacimiento
de Nuestro Señor) o la redención de la humanidad obrada por Cristo
en la cruz (Jesús Beades: La pasión
según Bach), o, sencillamente, fundamentados en
ambientaciones evangélicas como la que se da junto al mar de Tiberíades (Luis E. Cauqui: Tiberíades,
Eloy Sánchez Rosillo: Viejas
historias). Otros, de inspiración evangélica, hablan del amor
misericordioso de Dios, de la entrega sin fisuras. Otros, de manera visible,
tienen su inspiración primera en San Juan de la Cruz (José Antonio Sáez: Mi Amado, los bosques de Laurisilva), o
en el famoso soneto anónimo A Cristo Crucificado (José María Delgado: El cielo
que me tienes prometido). No es en general la literatura lo
que, en realidad, inspira a estos poetas sino su propia vida, alimentada
desde la adoración, desde la acción de gracias, desde la súplica, desde las
vacilaciones de la fe, o desde el rechazo a Dios.
-Evidentemente, el poeta es un hombre de su tiempo.
Este que nos ha tocado vivir es apasionante, pero, sin que digamos nada que no
sea evidente, no está enraizado en Dios. Es, como muy bien se sabe, un
tiempo laicista, de postsecularización, donde o a Dios se le pone en el
banquillo, o no se cuenta con Él, o, simplemente, se le repudia como
perteneciente al pasado, o, en el peor de los casos, se le ignora. En ese contexto,
la creencia en Dios no tiene la misma incidencia en las vidas de muchas
personas que hace varias décadas, cuando vivíamos en una España oficialmente
católica. Pese a todo, hay un matiz maravilloso, muy presente en los poetas
actuales, que queremos destacar, y es que hoy, más que nunca, el poeta
ha descubierto que Dios habla, no solo desde la creación, sino,
fundamentalmente, desde su silencio, su auténtico rostro.
Por Ti, Jardín, por Ti, por tu hermosura / los
jacintos, honor del mes primero, / las tímidas violetas de febrero / y en marzo
del almendro la blancura. Fernando de Villena.
-¿Es Dios causa u
objeto de la inspiración del poeta? ¿O solo un contexto?
-Palabras como causa, objeto, contexto nos distraen
de lo esencial. Esas palabras tienen que ver con un pensamiento técnico,
racional. La poesía utiliza otras palabras (nunca unívocas, más complejas y
ricas) porque se desarrolla en otra parte.
-¿No juega la
razón un papel en la creación poética?
-El pensamiento racional encara sólo problemas.
Algo que nuestra razón y nuestros instrumentos pueden analizar y resolver de un
modo objetivo y universal. Pero la poesía se mueve en el terreno del misterio.
De él no cabe una comprensión exacta ni una resolución definitiva. El
misterio nos envuelve por fuera y por dentro, nos acoge o nos zarandea. Decirlo
sólo es posible con palabras que están impregnadas de él. Son palabras
corrientes y molientes, pero tienen que estar alentadas por él. Las palabras de
un poeta tienen unas raíces muy hondas, se hunden en aquel umbral de lumbre
divina que hay en cada quien. Arraiga en esa grieta de soledad
inexplicable que convierte a cada quien en una persona irrepetible: el
único habitante de su propia excentricidad singularísima. La poesía hace que no
seamos fragmentos de una masa, un grumo anónimo.
Dios mío, tú creaste el mundo a base / de números y
letras. Tú conoces / la fórmula capaz de combinarlos / para que surjan cosas de
la mezcla. Luis Alberto de Cuenca.
-¿Existe la
inspiración?
-Naturalmente que existe la inspiración: todo poeta
(hasta el más técnico en su oficio) sabe que está jugando con fuego, que las
palabras le llegan de otra parte. Él es el recipiente donde corre el agua y
se desborda. Ese es el primer verso que nos da el cielo. Después
hay que trabajar y cada poeta trabaja a su modo. Pero esa elaboración consiste
en esclarecer lo que ha oído, quitarle ropaje retórico y el veneno del estilo.
La hermosura siempre va desnuda, y es tan frágil. Comprendo que a más de uno
esto le parezca una bobada.
-En poesía no usamos conceptos, que son los propios
del pensamiento técnico, racional. Más que pensar, el poeta ve cosas reales,
concretas y bien materiales. No habla de entelequias borrosas ni de categorías
universales. Creo que el poeta tiene un pensamiento simbólico: ve cosas
del todo reales y en ellas -dentro de ellas- adivina un aliento inexplicable,
que él mismo no puede alcanzar sino sólo señalar con el dedo: ahí está un pino
(por ejemplo) empeñado en existir del modo más hermoso, descarado y feroz. Mal
negocio es ser poeta: intentar decir lo que no se puede explicar del
todo. Sabe que su trabajo es ver y mostrar lo que permanece invisible,
detrás, pero da plena existencia, hermosura, a cada cosa.
Te doy las gracias / por la noticia Tuya del amor a
diario. / Nada como el Amor / para darnos noticia de lo eterno. Beatriz Villacañas.
-Y que también es
real…
-Por eso un poeta corre el riesgo de quedarse en el
camino. Un poeta no puede mentir ni hablar de cosas que no ha visto, olido y
palpado. La poesía es la encarnación del verbo. No es la
sublimación de la materia como pensaron los alquimistas o los científicos de
hoy que ven los fenómenos reales con la intención de establecer una teoría
universal, abstracta, desustanciada. Dios libre al poeta de pensar mal y
demasiado: cerrar los ojos para no ver.
-¿Escriben de
forma distinta sobre Dios los poetas que creen y los que no creen o dudan?
-No somos capaces de establecer una diferencia
entre un poeta escéptico y otro creyente. A los poetas debemos pedirle
autenticidad: ojos en la cara y alma desnuda, libre de juicios previos. Por ese
camino llegará —o tal vez le llevarán— a la Poesía mayúscula y entonces… Ni el
más sabio podrá prestarle palabras pues ella nos excede de modo infinito. Un
poeta da palos de ciego contra un muro, por ver si abre una grieta —aunque sea
diminuta— por donde entre la luz del otro lado. No creemos que podamos pedirle
más.
Para quererte a Ti, mi Dios, / me remueven tu Cielo
y el infierno. / La sal y la pimienta de mi amor / son algo de interés y un
poquitín de miedo. Enrique
García-Maiquez.
-¿Cuándo un poema
puede ser oración?
-Al final de su Poética musical,
afirma Stravinsky que el fin último,
esencial de la música es la comunión, la unión de cada hombre con su prójimo y
el Ser. La poesía y la música son casi hermanas. Creemos que, en
ocasiones, se consigue esa unión (en esta antología hay poemas que lo
demuestran) aunque el poeta (o el músico) no sepa del todo cómo se hace.
[1]
Entrevista realizada por Carmelo
López-Arias, 4 de febrero de 2019, en https://www.religionenlibertad.com/cultura/879815416/-poetas-de-hoy-piensan-en-Dios-AHan-descubierto-que-habla-desde-su-silencio-su-autentico-rostroA.html?utm_source=boletin&utm_medium=mail&utm_campaign=boletin&origin=newsletter&id=31&tipo=3&identificador=879815416&id_boletin=216931811&cod_suscriptor=197642
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