“La llamada telefónica se produjo a las 9.37 de la noche
del 18 de marzo, sábado, víspera de la rutilante y retumbante fiesta que la
ciudad dedicaba a San José Carpintero: y al carpintero precisamente se ofrecían
las hogueras de muebles viejos que esa noche se encendían en los barrios
populares…”
Una historia sencilla que, en realidad, no
lo es tanto. Como te despistes, te pierdes, a pesar de su brevedad (78 págs.) y llegas al
final desconcertado, sin saber qué ha ocurrido. Una novela policíaca siciliana con fondo de mafia y droga, aunque jamás se nombra ni la una ni la otra. Todo
empieza con una llamada telefónica a la policía comunicándole el aparente
suicidio de una persona. A partir de ese momento, de repente, la historia va
creciendo, se dilata, se embrolla sin dejarnos ni un instante de reflexión. Eso,
que nos ocurre a nosotros, los lectores, le ocurre también al inspector, el
único personaje que busca la verdad. Lo mismo que ocurrió al autor, Sciascia, quien, hasta un mes antes de
su muerte en 1989, cuando entregó
este libro a su editor italiano, se obstinó en «sondear escrupulosamente las posibilidades que tal vez queden aún a la
justicia» (Justicia, Dürrenmatt).
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