Cuando
eran niños, Sean Devine, Jimmy Marcus y Dave Boyle eran amigos, amigos
de correrías. Hasta que un día ocurrió algo terrible, Dave fue
secuestrado mientras jugaban en la calle. Desde ese día sus vidas cambiarían
para siempre. Veinticinco años más tarde, Sean trabaja en el Departamento
de Homicidios; Jimmy —ex convicto— tiene una tienda en el barrio; y Dave
intenta salvar su matrimonio y mantener sus demonios a raya, demonios que le
incitan a hacer cosas terribles. Cuando la hija de Jimmy Marcus muere
asesinada, Sean Devine se hace cargo del caso y esta muerte lo obliga a
volver a un mundo que pensaba haber dejado atrás, a enfrentarse no sólo con la
violencia del presente, sino también con las pesadillas de su pasado. Mystic
River no es sólo una novela psicológica de misterio, tensa y
desconcertante, sino también una novela épica sobre el amor y la lealtad, la fe
y la familia, en la que los protagonistas deberán enfrentarse con las
verdades más oscuras de su pasado. En el año 2003 fue llevada al
cine por Clint Eastwood y recibió 2 premios Oscar, además de
4 nominaciones. Novela dura, violenta en ocasiones, para adultos, sin duda merece
la pena.
Si te gusta leer, este es tu blog. Leer para aprender. Leer para descansar. Leer para recomendar. Libros para ti, libros para tus hijos, libros para tus padres. Libros para todas las edades. Libros para jóvenes y libros para adultos. Lo mejor de ahora y de siempre. No son recomendaciones de un experto, sino de un aficionado a la lectura que recomienda libros a sus amigos. Espero que te gusten.
lunes, 8 de julio de 2024
Mystic River, de Dennis Lehane
«Cuando Sean Devine y
Jimmy Marcus eran niños, sus padres trabajaban juntos en la fábrica de
golosinas Coleman; al llegar a casa, aún llevaban impregnado el hedor de
chocolate caliente. Se convirtió en una característica permanente de su ropa,
de la cama donde dormían y del respaldo de vinilo del asiento de sus coches. La
cocina de Sean olía a crema de cacao, y el cuarto de baño a barrita de
chocolate Coleman. Al cumplir los once años, Sean y Jimmy habían llegado a
odiar tanto los dulces que durante el resto de su vida, nunca volvieron a
añadir azúcar al café ni a tomar postres».
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