«Se habla mucho de crisis, en un sentido tan general que
asusta un poco. ¿Sólo es un problema de dinero? Eso de “la” crisis suena
demasiado global para referirse en exclusiva a las cuentas corrientes.
Presiento que, cuando nos expresamos así, lo que está en estado crítico es
nuestra esperanza. Que todos notamos que cae la tarde al final del invierno y
nadie se cree ya la primavera».
Plan B no es un libro de autoayuda ni de economía,
salvo entendidas en un sentido muy amplio. Tiene más que ver con la estética
(con o sin la partícula «est»). Aunque también con la política, pues propone
acciones para los habitantes de las ciudades. Se parece a una colección de
partituras. Puedes ejecutar algunas hasta adquirir la soltura suficiente para
interpretar nuevas melodías (ajenas o
propias) en el piano de tu vida. Tampoco se trata de un ensayo sesudo y teórico.
Como todo lo inútil, se orienta a la práctica. Quizá sea sólo un libro de
recetas para cocinar nuestra existencia, paso a paso, de una manera un poco
diferente. Estas son algunas: Jugar con
los niños (o como los niños), Echar
de comer a los patos, Aprender a
esperar, Mirar escaparates, Ir a la biblioteca, Buscar palabras bonitas, Bailar
con o sin música, Componer canciones…
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