Cuando
en noviembre de 2013 vio en televisión el desastre que dejaba a su paso el tifón Yolanda en
Tacloban (Filipinas) —10.000 muertos por vientos de 200 km/h—,
el Papa decidió que iría allí para abrazarlos lo antes posible. Y cumplió su
promesa a pesar de que en el último momento un nuevo tifón de grado 2 amenazó
con anular la visita. Durante el vuelo, el cardenal de Manila, Luis Antonio
Tagle, le propuso celebrar la misa en un lugar cerrado, por ejemplo, en la
catedral.
—Pero ¿cuántas personas
caben en la catedral? -le preguntó Francisco.
—Pienso que varios
cientos, quizá mil, respondió el cardenal.
—¿Cuántos me esperan
para la misa en la explanada del aeropuerto? —insistió.
—Calculamos que en torno
a medio millón de personas —respondió el cardenal.
—Pues entonces no hay
cambio de planes, zanjó el Papa.
Apenas un puñado de personas tienen la
fortuna de poder asomarse a la
vida de una personalidad como el Papa Francisco y comprobar en
primera persona que el líder de miles de millones de cristianos es un hombre imprevisible, que derrocha humanidad y que habla con los gestos más que con las
palabras. Ese es el privilegio que vive a diario el periodista Javier Martínez-Brocal, que
ahora ha decidido volcar en este libro, El
Papa de la misericordia.
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