La chica sintió vergüenza cuando le colocaron el antifaz de
cuero para cegarla. Le parecía grotesco e inútil, pero no se resistió. Era el
procedimiento. Estaba enterada. Otra Receptora se lo había contado un mes
antes, mientras comían. —¿Un antifaz? —preguntó entonces sorprendida, medio
riéndose al imaginar el cuadro—. ¿Y para qué?
(…) Daba la impresión de que había sido ayer. Pero aquí
estaba, nueve meses después, con el antifaz tapándole los ojos. Las molestias
habían empezado unas horas antes, de manera intermitente; ahora eran continuas.
Respiró hondo, tal como le habían enseñado. Con los ojos vendados resultaba más
difícil; sentía la piel caliente bajo el antifaz. Intentó relajarse. Aspirar y
espirar. Ignorar las moles… «No», pensó, «de molestias nada. Es dolor, dolor de
verdad». Reunió fuerzas para el trabajo que la esperaba, gruñó bajito, arqueó
la espalda y se rindió a la oscuridad. Se
llamaba Clara y tenía catorce años.
En la Comunidad ,
eligen a Clara como Biomadre y, como es preceptivo, su Neoproducto le es arrebatado antes de
que pueda verlo. Ella, contraviniendo las normas, lo busca, lo encuentra y no
puede evitar quererlo como una verdadera madre. Ambos abandonan la Comunidad hacia destinos
bien diferentes. ¿Tendrá el amor fuerza suficiente para volver a reunirlos? Un
libro excelente que cierra la serie
y da sentido a todo lo que en los libros anteriores parecía no tenerlo.
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