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¿Hasta dónde será capaz de
llegar un
joven escritor para conseguir
el reconocimiento de un autor consagrado? Alumno de un colegio elitista, el narrador ha aprendido
a mimetizarse con sus compañeros y a competir con ellos por un lugar en el que
hacer realidad su vocación literaria. Pero en el camino deberá aprender a
contar la
verdad sobre sí mismo. Las primeras
páginas de Vieja escuela, el ambiente que describe, recuerdan a El guardián entre el centeno. Wolff admite la influencia: "Leí la maravillosa
novela de Salinger de niño y todavía me gusta, incluso la he enseñado
en mis clases. Es probable que sin darme cuenta me haya influido. Pero mi
colegio y el suyo eran muy distintos. El suyo estaba lleno de gente afectada y
cruel; en el mío había otros problemas: de clase, raza y género, pero las
relaciones eran más cordiales, casi idealistas. La influencia fue, creo, en
dirección contraria: su foco era individual, el mío colectivo, y no quería usar
su dialecto juvenil, sino hablar como un escritor adulto"[1].
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