«El inspector Leo
Caldas se bajó del taxi y dio dos zancadas para evitar los charcos que
inundaban la acera. Entró en el vestíbulo del hospital, se abrió paso entre la
gente que esperaba frente a los ascensores y se dirigió a las escaleras. Subió
hasta la segunda planta y avanzó por un pasillo flanqueado por hileras de
puertas cerradas. Se detuvo ante la marcada con el número 211, la abrió
ligeramente y miró al interior. Tras una mascarilla verde, un hombre dormía
sobre la cama más próxima a la ventana. La televisión estaba encendida, sin
voz, y la otra cama vacía y con las sábanas dobladas sobre el colchón».
El
pasado miércoles 18 de mayo de 2022 me enteré del fallecimiento de
Domingo Villar, con sólo 51 años, y dejando mujer y tres hijos. La verdad
es que me impactó bastante la noticia. Disfruté leyendo La playa de los
ahogados, y no menos con Ojos de Agua y El último
barco. En la que nos ocupa, una mañana, el cadáver de un marinero es
arrastrado por la marea hasta la orilla de una playa gallega. Si no tuviese las
manos atadas, Justo Castelo sería
otro de los hijos del mar que encontró su tumba entre las aguas mientras
faenaba. El lacónico
inspector Leo Caldas se sumerge en el
ambiente marinero del pueblo, tratando de esclarecer el crimen entre hombres y
mujeres que se resisten a desvelar sus sospechas y que, cuando se deciden a
hablar, apuntan en una dirección demasiado insólita. Tampoco facilita las cosas
el carácter impulsivo de Rafael
Estévez, su ayudante aragonés, que no acaba de adaptarse a la
forma de ser del inspector. De lo mejorcito en novela policíaca dentro
del panorama narrativo español. Fue llevada al cine en 2015.
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