«El pendrive entró en
la vida de Guibrando Viñol por el más puro azar. Bien habría podido no
verlo o incluso simplemente ignorarlo. También habría podido caer en otras
manos, seguir otro destino. El caso era que una fría mañana de marzo, muy
temprano, saltó del trasportín justo cuando él bajaba el asiento».
Guibrando Viñol no es ni guapo ni feo, ni gordo ni flaco. Su trabajo consiste en destruir lo que más ama: es el encargado de supervisar la Cosa, la abominable máquina que tritura los libros que ya nadie quiere leer. Al final de la jornada, Guibrando saca de las entrañas del monstruo las pocas páginas que han sobrevivido a la carnicería. Cada mañana, en el tren de las 6.27, se dedica a leerlas en voz alta para deleite de los pasajeros habituales. Un día descubre por casualidad una pieza de literatura atípica que le cambiará la vida.
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