lunes, 14 de diciembre de 2020

Un cuento de Navidad para Le Barroux, de Natalia Sanmartín Fenollera

Portada de Un cuento de Navidad para Le Barroux.

Pablo Cervera (www.religiónenlibertad.com) entrevista a Natalia Sanmartín Fenollera, autora de El despertar de la señorita Prim con motivo de la publicación de su nuevo libro.

 La Editorial Planeta acaba de publicar el nuevo libro de Natalia Sanmartín Fenollera, autora de El despertar de la señorita Prim, best-seller mundial publicado en el año 2013. Fue traducido a once lenguas y llegó a más de 75 países.  

La nueva entrega de nuestra autora lleva por título Un cuento de Navidad para Le Barroux. El cuento está bellamente ilustrado por Michaela Harrison, cuyos trabajos de ilustración conoció la autora en la abadía de Nuestra Señora de Clear Creek (Oklahoma).

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Conocí a Natalia Sanmartín en una cena de amigos. Me llamo la atención su delicadeza, su atención a las detalles, su finura femenina. Me pareció ver recogidos algunos de los aspectos que había plasmado en su entonces reciente obra laureada en todo el mundo. Además su bagaje literario se hizo patente, con sencillez, en la conversación.

Personalmente le agradezco el privilegio de esta entrevista.

-Mucho se ha dejado esperar esta nueva obra tras aquel 2013. Cualquier otro (autor, editor….) habría aprovechado la "mina de oro". ¿Por qué este "retraso"?

-Supongo que quizá porque mi idea no es tener una carrera literaria "profesional", por decirlo así, sino escribir cuando crea que hay algo que puedo decir o exista un motivo para hacerlo. Así surgió este cuento, porque las benedictinas de Barroux me pidieron una historia para leer en la fiesta de la Natividad. La escribí para las dos abadías, sin pensar inicialmente en nada más.

Monasterio de Le Barroux.

En Le Barroux, a unos cien kilómetros al norte de Marsella, hay dos comunidades benedictinas que siguen la liturgia tradicional: la abadía de Santa María Magdalena (monjes) y la abadía de Nuestra Señora de la Anunciación (monjas). En la imagen, el monasterio femenino.

-Hablemos del libro, "que a eso hemos venido…" Un pequeño de 8 años y sus hermanos pierden a su madre a causa de una enfermedad. Antes el padre los había abandonado. El chavalillo, en una petición y búsqueda sostenida en toda la obra, pide una señal a Dios: quiere verificar si "lo que mamá decía sobre Dios, la cueva y el cielo era verdad". Dios parece que calla. Al llegar la tercera Navidad, el niño aprende a leer el lenguaje de Dios. ¿Cómo "se te ocurrió" este cuento?

-No podría decir exactamente cómo o cuándo. Quería hablar del misterio de la Navidad y de la visión sacramental del mundo, de la idea de que Dios habla también a través de las cosas, de la realidad material. Y también escribir sobre la perseverancia en la fe y sus dificultades, sobre lo que ocurre cuando de pronto, como describe tan bien Lewis en Una pena en observación, encuentras una puerta que parece cerrarse de golpe, con ruido de cerrojos y doble vuelta de llave.

»El protagonista del cuento atraviesa un desierto que dura tres años, en total soledad, sin hablar con nadie, confiándose únicamente a la Virgen María y pidiendo todos los días una señal a Dios. Kierkegaard decía que la pureza de corazón es querer una sola cosa. Eso explica muy bien el sentido del cuento.

-La crisis de fe en nuestros días parece el pan nuestro de cada día. Curiosamente, el protagonista supera la crisis a partir de lo material. Vislumbro aquí una reivindicación de lo carnal, lo material, lo específico del cristianismo, que es la Encarnación. Dostoievski dijo que "la belleza salvaría al mundo"… Pareces provocarnos con la belleza en la Navidad. La cotidianidad cristiana de antaño es el marco de tus dos obras. ¿Es tu objetivo inculcar una "opción benedictina" como algo aislado en nuestra sociedad cristianofóbica? O, más bien, ¿que ese tipo de comunidad será lo que genere una nueva sociedad cristiana?

-No tengo muy clara la idea de una nueva sociedad cristiana, puede parecer pesimismo, pero a mí me parece más bien realismo. Vivimos en un mundo que hace tiempo que ha dejado de ser cristiano, inmerso en una crisis que no ha empezado ayer, pero que cada día parece acelerarse. Y tenemos grandes boquetes en nuestras murallas, con diferencias cada vez más profundas que ya no se pueden ignorar, porque son explícitas.

»Hay una parte de la Iglesia que cree que la fe cristiana cambia con el tiempo, que tanto el culto como la doctrina deben adaptarse poco a poco a los cambios, y que ha dejado de creer en lo que siempre, en todas partes y por todos ha sido creído, como enseñaba San Vicente de Lerins.

»Eso genera una lluvia ácida constante dentro y fuera de la Iglesia que desnaturaliza, debilita y adultera la fe. Y frente a eso no hay recetas generales, solo hay decisiones prudenciales que corresponden a cada uno para tratar de proteger la propia fe, para purificarla y contrastarla con lo que la Iglesia siempre ha enseñado.

Ilustración de

Una de las ilustraciones de Michaela Harrison para "Un cuento de Navidad para Le Barroux".

»Ha habido mucho debate sobre la opción benedictina y en ocasiones se ha hablado de ella como si se tratase de una respuesta universal. Y no lo es, ni creo que nadie haya defendido seriamente que lo sea. Hay gente que tiene que estar en el mundo y gente que tiene que irse al desierto, alejarse un poco del ruido, en soledad o con otros, para conservar y proteger su fe. No es una idea nueva, es una vieja idea cristiana.  

-Impacta en el cuento el vínculo hondo que une al niño con su madre, con sus dichos. Recuerda una y otra vez su belleza, sus enseñanzas. Hay un canto a la madre. También sucede con la abuela. Sin esa tradición no hay persona.

-Sí, es cierto. A mí me parece que el papel de la familia en la transmisión de la fe, especialmente el las madres, es insustituible. Ni la escuela ni la parroquia ni los campamentos de verano pueden hacer esa labor, que además tiene una belleza profunda. En la lista de bienes de una familia cristiana, antes de la universidad, el postgrado, el colegio, las actividades preescolares, la alimentación sana, las relaciones sociales, antes de todo eso, tiene que estar la salvación del alma. Es una cuestión de orden, de ordenar la escala de los bienes, y de purificar la propia fe. Se trata de guiar a un niño hacia Dios, y para para hacer eso hay que conocer el camino.

-La fe cristiana a nivel personal y social es combatida. Nada nuevo bajo el sol… ¿Es esta una ocasión para fortalecer la fe a través de la cruz, a precio del martirio cotidiano, en aras de una humanidad nueva que resucite con esa semilla? "Si le das a Dios tu corazón, morir es despertar".

-Sí, todas las épocas tienen sus dificultades y todas las generaciones están a igual distancia de Dios. Pero es cierto que este tiempo tiene una característica muy inquietante, la inversión de los conceptos del bien y del mal, el llamar bien al mal y verdad a la mentira, y que no siempre es fácil distinguir la moneda falsa de la verdadera.

»Hay una obra clásica de Dom Columba MarmionJesucristo, vida del alma, un monje irlandés beatificado recientemente, que tiene un primer capítulo que es como un mapa del tesoro. A mí me parece un buen ejercicio leerlo despacio, leerlo varias veces, y preguntarse si lo que está descrito allí, que es lo que siempre, en todas partes y por todos ha sido creído, es lo que recibe, cree y transmite cada uno.

»Esa es una tarea individual que nadie puede hacer por otro, y que exige tener claro que no hay ningún fin, ya sea la unidad, la paz o el diálogo con el mundo, que justifique adulterar o desnaturalizar el culto y la fe.

-¿Cuál cree que es el motivo del fracaso en la transmisión de la fe, por parte de padres, por parte de la Iglesia? ¿Moralismo, reducción horizontal de la fe, ausencia de la Belleza, identificación y desaparición detrás de los "valores", falta de centralidad de lo esencial: Jesucristo muerto y resucitado…? La tarea de la madre en su libro debió ser muy potente y acertada… y, sin embargo, sin grandes alharacas…

-Creo que ha habido una dilución progresiva de la fe, hacia lo que Lewis llamaba cristianismo con agua, y que se ese proceso se ha acelerado bruscamente, de forma paralela a como se ha acelerado la secularización y descristianización de Occidente.

»No me parece difícil imaginar que si Santo Tomás de AquinoSanta Teresa de Jesús o el cardenal Newman, por decir tres nombres diferentes, entrasen en una iglesia hoy muy probablemente no reconocerían buena parte del culto, como tampoco el abandono de las formas de piedad, del silencio o el arrodillarse, y la desacralización en muchas ocasiones del modo de acceso y administración de los sacramentos. Newman advirtió sobre el efecto destructor del sentimentalismo y el modernismo en la Iglesia. Belloc lo llamaba la síntesis de todas las herejías, porque las contiene todas.

»Me parece que la respuesta está en aferrarse a la fe y al culto milenario de la Iglesia. Y que hace falta que profundicemos en la fe cristiana con el mismo entusiasmo con el que profundizamos en otras cosas.  Preguntarse por ejemplo con qué disposición y con qué frecuencia se acercaba Santa Teresa de Jesús a la comunión, qué enseña Santo Tomás sobre cómo debe recibirse y administrarse el Cuerpo de Cristo, o qué advertía Newman sobre el efecto corrosivo del sentimentalismo y la mundanización en la fe.

-Se ha hablado hasta la saturación (y se sigue hablando) de "diálogo" con la cultura. Acepto la expresión si eso significa claridad de la posición de la que se parte y no se llega a la renuncia de la verdad, a la tolerancia entendida como relativismo… ¿En qué medida "dialogas" en tu novela con este mundo? A lo mejor es solo (y ya sería todo) una llamamiento a un mundo que se suicida.

-Yo no le veo demasiado sentido a dialogar con el mundo sobre las grandes cuestiones, porque cuando no existen unos mimbres comunes el diálogo es estéril, y eso en el mejor de los casos. He escrito un cuento cristiano, para cristianos o para todo aquel que quiera acercarse a la Navidad cristiana. No es un llamamiento, es solo una mirada hacia el corazón de la fe. La regla de San Benito le dice al monje: "Inclina el oído de tu corazón", que es como decir: escucha con el corazón.

»La Navidad es una fiesta alegre y familiar, pero es también un momento de recogimiento. Y hay muchas cosas que se pueden hacer para purificar la fe, no es necesario irse al desierto para hacerlo. Se puede reducir el ruido, se puede buscar una liturgia digna de Dios, se puede aprender a rezar el breviario íntegro, que incluía esos salmos hermosos y terribles que lamentablemente no aparecen ya en la última reforma, pero que nadie prohíbe rezar, y que son un canto terrible y maravilloso a Dios. Se pueden contar a los niños las maravillas que Dios ha hecho desde la creación del mundo, se les puede enseñar a ver la realidad con los ojos con los que mira la Iglesia, con mirada sobrenatural.

»Para mí esa es la tarea urgente, purificar, recuperar, reconstruir, vivir como medievales, con el Credo, los sacramentos, la misa y la oración, sanamente alejados de los cambios y los vaivenes de dentro y de fuera de las murallas. Pensar en la propia salvación con temor y temblor, como enseña San Pablo, y dejarse deslumbrar por la fuerza y la belleza de Dios.

-Por cierto, me parece de una belleza maravillosa la forma de presentar a la Virgen mediando en el paso a la luz....

-Ella es el verdadero corazón del cuento, eso sí te lo puedo decir.

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