«Yo, Sergei Kourdakov, era oficial cadete, segundo ayudante de la Marina rusa, jefe
condecorado de las Juventudes Comunistas;
en todas las escuelas por las que había pasado, desde que tenía ocho años, me
habían nombrado jefe de las organizaciones de la juventud comunista; en cuanto
jefe de esas juventudes, fui encargado de enseñar el comunismo a 1200 cadetes
de la marina soviética. Dentro de cinco días tenía que incorporarme a la base
naval, donde me promoverían a miembro de número del Partido comunista; me esperaba un estupendo trabajo en la policía
rusa. En realidad, tenía motivos más que de sobra para regresar a Rusia. Pero estos motivos no eran
suficientes para mí. Lo que yo echaba de
menos, fuera lo que fuera, no lo iba a encontrar jamás en el seno del sistema
comunista que yo conocía a la perfección».
Sergei, joven huérfano, educado desde su infancia en
orfelinatos y escuelas estatales de la
Rusia bolchevique, se vio arrastrado a la
delincuencia antes de llegar a ser jefe de las Juventudes Comunistas. Reclutado para una división especial de la
policía cuya misión era reprimir a los cristianos, poco a poco sufre una profunda
transformación interior que le lleva al desengaño total respecto al
sistema comunista y a una única obsesión: ¡desertar!
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