sábado, 26 de mayo de 2012

Roseanna, de Maj Sjöwall y Per Wahlöö

«Consiguieron recuperar el cadáver el día ocho de julio pasadas las tres de la tarde. Estaba casi intacto, no debió de estar en el agua mucho tiempo (…) Era una mujer. Quedó tendida boca arriba sobre una lona doblada en el extremo del rompeolas. Alrededor se congregó un grupo de curiosos que la observaban, entre ellos algunos niños que no deberían haber estado allí, pero a nadie se le ocurrió echar. Todos habían presenciado lo mismo y tenían algo en común: jamás olvidarían el aspecto de aquella mujer».

En palabras de Henning Mankell, una «novela sencilla y clara, una historia convincente presentada con una estructura igualmente convincente» con un lenguaje «vivo y lleno de energía». Sjöwall y Wahlöö se sirven del crimen y la investigación criminal como un espejo en el que se reflejara la sociedad sueca, demostrando que las novelas negras pueden constituir el marco de historias de crítica social. En Roseanna los investigadores de la Brigada de Homicidios, con Martin Beck a la cabeza, emergen como personas normales. No hay nada heroico en ellos. En definitiva, una historia que, a pesar de publicarse por primera vez en 1965, sigue siendo actual: «está —continúa diciendo Mankell— llena de vida, mantiene la tensión y su desarrollo narrativo está hábilmente planteado. Sin duda es un clásico moderno». Y, como lamentablemente suele ocurrir, con algún pasaje escabroso que restringe su lectura a un público adulto.


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